¡Uy, ya estamos en enero! – pensaba Duir, el árbol mágico-, el Sr. Invierno va a cumplir un mes. A Duir, ya le habían retirado las luces de Navidad y todos los adornos, pero quiénes seguían haciéndole compañía eran las ardillas. Cuando sacaba una rama hacia la puerta, la lluvia, que ya se hacía notar de forma intensa, caía sobre ella y le dejaba muchas gotitas de agua fría, y él siempre decía ¡¡Brrrr… qué frío!!, pero le encantaba que después las gotitas resbalaran por su rama y le hicieran cosquillas en el tronco.
A los niños y niñas de la escuela cada vez les veía menos la cara porque entre el gorro y la bufanda sólo se les distinguían los ojos. Venían enfundados en sus botas, pantalones, pantis, parcas, chubasqueros, abrigos, manoplas, guantes… y un sinfín más de prendas.
Duir, dormía poco, y la noche del día 16 del invierno empezó a tener un poco de frío. Pensó, pensó como se podía tapar, hasta que de su corteza brotó una idea, se pondría por encima las hojas que había colgadas en las corcheras y ¿quiénes le ayudarían? ¡¡las ardillas!!. Las despertó, protestaron un poco porque todas estaban soñando con unas maravillosas nueces, pero pronto estiraron sus cortos brazos y su larga cola y en un plis-plas tenían a Duir cubierto de papeles, ¡menudo traje de palabras le habían hecho!. Las ardillas volvieron a acomodarse y él durmió toda la noche plácidamente, hasta que un grito lo despertó. ¡No puede ser! ¡Qué desastre! –dijo Paula cuando subió la persiana metálica y encendió la luz- ¿por dónde entraría el viento que cubrió a nuestro arbolito? No voy a poder arreglar esto, nuestros niños y niñas van a llegar. Le dio a la cabeza de un lado a otro mirando a Duir, el cual cada vez parecía que se hacía más pequeño, y Paula entró en la escuela.
Pronto llegaron los niños y niñas y al ver al árbol mágico disfrazado les daba la risa y les decían a sus padres que había llegado el Carnaval. Duir cada vez se sentía más avergonzado y las ardillas se escondieron todas detrás de su tronco.
La mañana como siempre empezó con la asamblea y en el aula de 2-3 años no se pudo cantar, ni contar el cuento, ni tan siquiera dar los buenos días, ya que todos hablaban de Duir empapelado, no paraban de reírse y pensar en el viento juguetón, hasta que una vocecita tierna, tierna se hizo oír entre todas y dijo: Duir tiene frío por eso está lleno de papeles. Todos se callaron al instante, y se pusieron un poco tristes ya que querían mucho al árbol mágico y pensaron y pensaron y con Patri y Tamar, una decisión tomaron.
Al día siguiente, Duir no podía creer lo que estaba ocurriendo, un padre ayudado por su hijo le puso cuatro manoplas en el extremo de sus ramas, un abuelo con su nieta envolvió su tronco en una larga bufanda de franjas verdes y anaranjadas que había calcetado el día anterior dos mamás que entraron juntas pusieron unos gorros con pompones en las ramas altas y así todas las familias que venían con sus niños. Duir comenzó a llorar de la emoción pero pronto paró porque estaba haciendo un charco en el suelo y la bufanda se le estaba mojando toda, ¡qué contento estaba! Las nubes con gotas que colgaban del techo le susurraron –Duir te lo mereces, estarás muy calentito-.
(Texto con copyright del Centro Infantil Globos)