domingo, 20 de enero de 2013
EL TREN DE LOS DESEOS
A Duir, el Árbol Mágico, le habían caído las últimas hojas del otoño, próximo estaba el invierno y con él la llegada de la Navidad. En su bosque, por esta época, la nieve lo cubría con un traje blanco, pero sabía que en el nuevo lugar dónde vivía, todo lo más que podían aparecer en sus ramas eran capitas de hielo.
El Árbol Mágico vio como toda la escuela se revolucionaba, empezaron a desaparecer los duendes de hojas del arco, las cestas con frutas y frutos de otoño que colgaban del techo…El Árbol Mágico se puso muy triste porque quedó solo en la compañía de las ardillas que vivían en sus ramas, aunque a Duir lo que nunca le faltaban eran los abrazos y las sonrisas de lo niños y niñas cuando entraban y salían de la escuela.
Pasaron dos días y en una tarde de siesta, Duir, escuchó,- ¡Eh, árbol! ¡Hola! ¿No me ves?, ¡mira hacia arriba! ¡Estoy aquí en el techo!-. Duir, elevó sus ramas y vio un ángel colgado, miró un poco más allá y otro, y otro, y otro… y una bandada entera de ángeles acompañados de notas musicales. El ángel le dijo – No pongas esa cara de sorprendido, ¡alégrate! somos los ángeles que anunciamos la Navidad- De repente las notas musicales que también colgaban del techo, empezaron a moverse, a balancearse y a girar, y una música surgió de ellas. Duir comenzó a mover el tronco y las ramas al ritmo de la música, e hizo tanto viento que también empezaron a bailar los ángeles, lo que les hizo reír y reír. – Así, así, así, te queremos ver- coreaban los ángeles, -son los villancicos, la música de la Navidad. Tenemos un gran repertorio, y muchos días para que los escuches-. Duir estaba impresionado y no paraba de bailar, cuando de repente se oyó el silbido de un tren, que a continuación decía - soy el tren de los deseos de la Navidad, no se olviden de su ilusión, de sus sueños y de sus buenos deseos para los demás- Duir no salía de su asombro y le preguntó al tren – ¿puedo subirme a tu tren?-, el ángel le contestó – pero si con lo grande que eres lo harías descarrilar, Duir ¡imaginación!-. El tren le habló con mucha ternura y le dijo - Duir, hay un vagón para que pongas tu ilusión. Duir escribió con su corteza en un papel que dejó caer uno de los ángeles, y lo metió en el vagón que le correspondía. Los villancicos fueron acallando, y la noche llegó.
Duir durmió hasta muy tarde, cuando despertó los niños y niñas ya habían entrado en la escuela. Miró para el techo y para la pared para asegurarse que no había soñado con ángeles y con un tren de la ilusión, pero allí estaban. Movió las ramas para desperezarse y sonó como a campanillas, lo hizo otra vez y más campanillas, se miró y estaba lleno de bolas de colores y copitos de nieve, sus ojos se deslumbraron ¿con qué? Con un montón de lucecitas que se encendían y apagaban. Dirigió su mirada al techo y los ángeles no paraban de aplaudir. - ¡Enhorabuena Duir, estás vestido de Navidad! ¡Mira en el hueco de tu árbol!, a ver que si hay algo-. Duir introdujo una rama y ¿qué sacó de él?… un gran corazón hecho de turrón, pero un turrón especial, su marca era esperanza. Duir se quedó más que contento, estaba ya preparado para recibir a todos los que por allí se acercaran.
(Texto con copyright del Centro Infantil Globos)
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